Por Raquel Pozzi
La pandemia del COVID – 19 invita a reflexionar sobre la teoría de la “Nueva normalidad” y la pregunta es concreta ¿Qué refiere este Neologismo? Cada vez que nos situamos en nuestra propia realidad arropada por la incertidumbre, nos exigimos volver al pasado cercano, aquella “vida normal” antes de la pandemia. Añoramos la libertad en algunos aspectos de la vida, no obstante la transición al cambio y el tránsito por el duelo del pasado aturden y será el gran desafío para las futuras relaciones sociales. Sin embargo, pensando en la relación global, algunos factores cambiaron.
El empoderamiento de los estados con el control social crearon nuevos escenarios, enmarañados y distintos. La complejidad geopolítica ya existía antes del COVID – 19: La guerra comercial entre China y los EEUU; La rivalidad sistémica entre Hong Kong y China; El enfrentamiento Irán – EEUU; El enfrentamiento entre Israel e Irán; El BREXIT; La Unión Europea inmersa en una crisis financiera; Las rebeliones árabes; La nueva fase de la guerra en Siria; El co-gobierno en Libia; Las variaciones cíclicas del precio del petróleo; Los levantamientos en América Latina; La crisis de los refugiados; Mares como cementerios de inmigrantes y tantos otros. Todo este puzle de conflictos comenzó desandar el camino y a manifestarse nuevamente pero con variantes.
Los gobiernos –algunos en plena pandemia y otros en proceso de pos-pandemia- presumen de mayor poder de decisiones debido a la transferencia de soberanía popular que el COVID-19 de manera forzosa, les otorgó. Esa transferencia tácita de poder hacia las esferas gubernamentales es la que se “normalizó” creando nuevos status para transformar la realidad desde arriba. La norma condicionante para las sociedades es el miedo paralizador que genera la rápida expansión del virus, obstruyendo cualquier reacción frente a la acción cuasi totalitaria de algunos estados.
Por otro lado, las relaciones interestatales del S. XXI diseñadas bajo esquemas geopolíticos centrífugos en torno a determinadas regiones –ejemplo, la guerra en Siria- proponen un tablero de alianzas nada diferente a los tiempos de la guerra fría. Sin embargo, el factor económico será el detonante de la “des-globalización” de los conflictos y de las alianzas frente a determinados conflictos internacionales ya sea por el costo de operatividad que deberán asumir los estados o porque la atención estará centrada en recomponer las propias estructuras sociales, económicas y políticas. Las prioridades en las agendas de las burocracias políticas han cambiado y el desacoplamiento al esquema de antiguas relaciones ofrece un panorama distinto que no tiene que ver con la “Nueva normalidad” sino con un proceso de transición hacia la “Nueva Realidad”.
La “Resistencia Democrática”
Uno de los modelos discursivos en todo el proceso de la pandemia que graficaba con minucioso cálculo devino de las declaraciones de Angela Merkel –canciller alemana- quien no dejó de asombrar por los pronósticos aventurados con respecto a los efectos sanitarios y económicos de la misma. La tensión social que atraviesa el bloque europeo no permite solapar los éxitos que ha tenido A. Merkel para gestionar los efectos de la pandemia y es debido al modelo federal alemán frente al centralista francés -quien ha superado en cuatro veces la mortalidad del país germano- que la apuesta a la salida de la crisis es más creíble cuando proviene de los discursos de la canciller alemán. Capítulo aparte y para otro análisis propondremos la situación general en los Estados Unidos luego de la muerte de Goerge Floyd y la República Popular de China con respecto a Hong Kong.
No obstante los movimientos denominados “resistencia democrática” se expanden por todo el continente europeo sobre todo en los estados más afectados como España-Italia-Francia-Reino Unido-Alemania-Polonia y otros, dónde la consigna establece firmes cuestionamiento al régimen democrático, a la mayor participación en las decisiones políticas basándose en la negligencia de los estados para prever los efectos sociales y económicos como también la discusión sobre el confinamiento social.
Lo que vendrá después del COVID – 19 tendrá que ver con el resultado entre el tironeo de los estados y las sociedades ya sea por el tipo de normalidad que quiera implementarse, entre lo nuevo o lo viejo y entre mayor control o mayor libertad.
El clima de angustia social y la fragilidad económica detonará los sistemas económicos y sociales por las aristas más débiles. Todo parece girar en círculo, la pandemia, las crisis económicas y el hartazgo hacia la burocracia política. La gravedad del impacto variará de acuerdo a las fortalezas o debilidades de las estructuras sociales con la que cada estado ha recibido la pandemia. Sin embargo no caben dudas que la pobreza será la próxima pandemia.
La desaparición de emprendimientos privados; ciertos oportunismos empresariales como también la transformación de algunos estados en empresarios transformará el paisaje del mercado laboral. Los porcentajes de desocupación; las nuevas formas de trabajo como el “teletrabajo” y la desaparición de antiguas formas de relación laboral reforzarán las consignas de las movilizaciones a nivel global y sentarán las bases de nuevos contratos sociales y laborales.
El futuro parece lejano porque el presente se hace eterno. La pandemia seguramente dejará graves secuelas y propondrá impensados desafíos. Las políticas domésticas dependiendo de cada estado tendrá la oportunidad de congraciarse o enemistarse con sus ciudadanos, históricamente las crisis han detonado el pasado, no obstante el desafío será reconstruir lo bueno de las viejas prácticas para construir una “Nueva realidad”.